LA DICTADURA DE RAÚL GONZÁLEZ BLANCO
Obviando la derrota del Real Madrid ayer en Munich, pues en tan infame espectáculo ni yo ni vosotros merecemos perder ni un solo minuto, hablaré de un tema que está en la calle y que poco a poco (muy poco a poco) va “inyectándose” en los graderíos del Estadio Santiago Bernabéu: ¿es moral que Raúl siga jugando en el Real Madrid? ¿Hay que vivir en del día a día o debemos respetar su currículum intachable para justificar el no criticarle? ¿Es esto último lícito?
Desde los 17 años lleva jugando el “gran” capitán Miércoles y Domingo y otra vez Martes y después Sábado y así se fue paulatinamente un ciclo sin retorno que no parece tener fin y que no acaba de tragarse a al propio Raúl. Sus números, en partidos jugados, alcanzan y superan con facilidad a los de un futbolista “normal” de 35 o 36 años (entendiendo por esto aquel futbolista que a lo largo de su carrera ha jugado en su campeonato nacional pero que no ha disputado campeonatos continentales como la Champions League). Por sincerarme, nunca me he considerado “raulista”, aunque sí le he admirado, como estirpe español y leyenda merengue. Tras 6 temporadas espectaculares, en las que nos regaló goles mágicos, jugadas grandiosas y vivencias épicas, en las últimas 3 temporadas y media ha sido un lastre, un estorbo o, como dicen muchos, un cáncer que nadie se ha apresurado a extirpar. Sin cargar todas las culpas sobre el 7 blanco, pienso que sí tiene una alta responsabilidad en la situación actual del Real Madrid, a todas luces conocida por todos vosotros.
El capital madridista afirmaba tras el varapalo de la Champions hoy en rueda de prensa que no sabía que ciclo atravesaba el Madrid. Si me lo permitís, yo le doy nombre: estamos en “La Dictadura de Raúl González” Perdonadme por anticipado si es un término demasiado duro. Quizás es por el calentón de anoche, que todavía me dura.
Pero, ¿en que consiste la dictadura Raúl? Como si fuera un historiador, pongámosle el año 2003, en el que se le entregó la capitanía, como fecha de comienzo. El final sólo el lo sabe. En este año heredó, como ya hemos apuntado, la capitanía de Fernando Hierro y también fue este el año en el que se dejó crecer el pelo, hecho quizá algo estúpido que sirve como símbolo de la decadencia del equipo merengue. Desde aquel año, sus números, su participación en el juego, su importancia en el equipo y su caradura fueron creciendo hasta límites insospechados. Me mareo al comprobar los efectos que esta vorágine rauliana ha causado: Por estar él ahí, Zidane tuvo que desplazarse a la izquierda, impidiéndonos a los madridistas poder disfrutar de la verdadera esencia futbolística que destilaba el galo. Por estar él ahí, Owen, de lo mejorcito que ha tenido el Madrid en estos últimos años, no pudo asentarse en el equipo. Por estar él ahí, su amigo Morientes no pudo jugar nada en su segunda etapa en la Casa Blanca. Por estar él ahí no hemos podido disfrutar de mi admirado Baptista, ahora desarrollando su fútbol en el Arsenal de Arsene Wenger. En definitiva, por su presencia no hemos podido disfrutar de un enganche de calidad en los últimos años. Cayeron Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham, Owen…, pero él no parece caer nunca. Porca miseria.
Pero lo peor de todo esto es que con la brunete mediática que está detrás de la ya leyenda madridista (no lo considero ni jugador), sólo él decidirá cuando llega su momento. Tras el paso de infinidad de entrenadores y presidentes, nadie ha tenido bemoles para cargárselo. He aquí la razón por la que introduzco el término dictadura, pues él decidió darla comienzo y sólo él sabrá cuando darla por finalizada. ¿Cuándo acabará? ¿Estará bien sujeta la venda que cubren los ojos de algunos? Por el bien del Madrid, esperemos que no. Raulito, que pena que no te hayas sabido retirar a tiempo. Es un problema muy común entre los grandes hombres, no te culpes.
POSDATA: NOTICIA IMPORTANTE: Roberto Carlos no va a renovar por el Real Madrid, según ha comentado el propio brasileño en Onda Cero. A pesar de lo de ayer, te admiré, te admiro y te admiraré siempre. Gracias Roberto. Has sido todo un grande.